No se
consumió tras tres hervores,
todavía
circuló amor por sus venas.
Trató de
drenarlo exprimiéndose entre callejones,
arrecifes
de coral,
piedras de
río y grietas.
Nadó en
aguas grises y heladas
pero no
había refugio.
Caminó en
el desierto
en busca de
la paz que da la piel quemada
sin
encontrarla.
Dicen que el día más frío del invierno
se le vio
subir a una montaña,
las
montañas no niegan resguardo.
Dicen que no
volverá,
que llevaba
lápiz y papel para cien años,
para
ahora ya debe haber escrito 100,000 poemas
que nadie leerá
encontró el
exilio perfecto para un espíritu que no duerme,
sólo pena.
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