miércoles, 16 de octubre de 2013

Polvo de estrella, versión mañanera 3

Inspirado en la obra Polaris, de la escritora Lorena Martínez, recién publicada y que se presentará en la Feria del Libro de Monterrey...


Ocurrió en una tarde desesperada,
de esas en las que la esperanza se escurre por un canal
de los que el agua guarda en las montañas
para escaparse cuando llueve,
y que se resbala y no tiene ni de qué agarrarse
entonces toma la aceleración de la gravedad
o más,
porque la empuja el viento
y las piedras la jalan.
Así de desesperanzada estaba la tarde
tanto que el sol no se metió
porque ese día las nubes hicieron parecer que lo escondían arriba,
pero no, nunca ocurrió.

La desesperación y la desesperanza son sentimientos pesados.
Es difícil cargar sentimientos tan pesados,
cuesta arrastrarlos al caminar,
entonces, a veces, ya no se avanza.

No era claro si la desesperanza y la desesperación las llevaba la tarde
o las llevaba su piel y la tarde solo se impregnaba.
Daba lo mismo, qué importa.

Pensaba que la melancolía se lleva en la sangre.
No es cuestión de vivencias y sufrimiento,
sino de condición,
de tener la capacidad de disolver lo negro y volverlo al menos gris,
o no tenerla y vivir en negro.
O bien, puede no serlo, y en verdad estar señalado
por un destino que decide a quien dar luz.

Pues sucede que esa tarde
su tristeza perenne afloró en gotas  traslúcidas de llanto,
agridulces,
tanto lloró
que sus lágrimas buscaron un cauce
y en el lago se detuvieron, en la superficie,
porque eran tan finas que flotaban sobre el agua.

Le platicaron al sol sobre esas lágrimas, 
para verlas finalmente salió,
y las evaporó,
eran ligeras,
así que subieron hasta una estrella,
y la estrella las sintió.

Había tanto sufrimiento en las lágrimas,
que la estrella decidió bajar a la tierra.

Encontró a ese ser errante,
cargado de dolor.
Lo encontró y lo iluminó.

Con la luz que le dio la estrella,
la tristeza decidió moverse a un lado
y una ilusión desgarró la bruma.

Desesperado, como la tarde misma, atrapó la ilusión
y se dio cuenta, que no gozaba con lo oscuro,
ni asumía un destino;
lo deslumbró la ilusión que le dio la estrella
y se sintió explotar de amor.

-Las estrellas no habitan la tierra,
-sólo vine por curiosidad,
-contigo quiero quedarme,
-también tú alivias mi soledad de millones de años,
-pero ya estuve mucho aquí, no soporto esta atmósfera,
-debo volver pronto a mi espacio
-o me convertiré en polvo de estrella.

Ante la nueva tristeza infinita del ser que apenas conoció la luz
la estrella no pudo dejarlo,
y con ella lo llevó.

Ambos se desintegraron, juntos, en el camino.
Nunca resplandeció el cosmos como aquella noche.

El polvo de estrella quedó para siempre en el universo.
Dicen, los que lo vieron,
que millares de pequeñas sonrisas cubrieron el cielo,
y que aparecen de nuevo 
cada vez que alguien que tiene un profundo deseo
vuelve su vista al firmamento.

Desde entonces, las tardes aguardan ansiosas
                   el feliz anochecer.

5 comentarios:

  1. Awwww, si me gusto. Lo reclamo mio, como si lo hubiera inspirado con mis palabras.

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  2. Prometo que todavía no leo Polaris... solo la pasta... ¿de plano lo plagié????

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  3. grrrrr.... bueno, deja leo Polaris.... y éste, pues lo escondo aquí en el blog.... gulp y deja doy créditos

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    1. No, no!! que se quede, que se quede!! Para que lo lean :P Me gusto. Jiji, no infringe los derechos de autor ni nada de nada. Que se quede y que lo comenten :)

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