viernes, 13 de septiembre de 2013

Darle asilo a esta pasión, tallereado

Por descuido,
o tal vez con causa,
dejé que me cohabite
este sentimiento tan desesperado;
a veces me acaricia
pero no goza el encierro,
así que se estira, patea,
me jala el cabello
me exprime los ojos.

Se desborda por la saliva,
lo veo palpitar bajo la piel,
alzarse sobre mis uñas;
lo transpiro y no se evapora,
me penetra entre los poros,
se absorbe por los huesos.
Nunca se tranquiliza
está desequilibrado.

En vez de oprimirme por fuera
me succiona por dentro
me aprieta el corazón
y luego lo suelta:
no tiene piedad.

Qué inquietud
darle asilo a esta pasión.

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