Va el minicuento de hoy
Era una madrugada transparente y rosa
la urgencia por aprovechar cada instante de su vida
lo hacía buscar, para vivir,
lugares en que la noche no ocurriera.
Tenía las extrañas manías de no dormir
y de vivir de día.
Cuando el cansancio lo vencía
fijaba su vista en un punto lejano.
Relajaba todos los músculos,
ponía la mente en blanco
y sentía recuperar la fuerza.
Llevaba así diez años.
Trabajaba día y noche.
Narraba aventuras que no vivía
fabricaba muebles en los que
nunca descansaría,
leía libros que a veces no entendía.
Todo lo hacía con la intensidad
que le daba sentirse vivo y despierto.
Apenas sentía que el día se acortaba
viajaba más al norte o más al sur.
Pasaron así siete años más
casi sin parpadear para no perder conciencia.
En su camino hacia la luz
hubo un día en que la fascinación
por un árbol de hojas delgadas y largas lo paralizó,
se sentó junto al tronco.
Recurrió a su técnica de poner la mente en blanco
con la vista fija hacia el infinito
pero esta vez no funcionó.
Pasó sus últimos veinte años dormido en el bosque
bajo la sombra de un hermoso y frondoso árbol.
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